Madre Catalina

Nacimiento y niñez:

En Córdoba, el 27 de noviembre de 1823, nacía Saturnina Rodriguez y Montenegro, en una de las más distinguidas familias debido a su posición y fortuna.
Al poco tiempo de nacer, murió su mamá Catalina, la cual contaba con sólo 23 años de edad, antes de morir le rogó a su esposo, Don Hilario, que si volvía a casarse no separara a sus hijas, Manuela, Petrona, Estaurófila y la recién nacida Saturnina, de su tía Eustaquia del Signo, que los cuidaría como una madre.
Don Hilario, no quiso contraer un nuevo matrimonio y confió a sus pequeñas a su tía, doña Teresa, viuda de 66 años. La joven Eustaquia, a quien don Juan del Signo, esposo de doña Teresa, había criado como hijo, se hizo cargo de las huerfanitas, que la llamaban "mamita Eustaquia".
En 1828, Don Hilario fue nombrado Notario Mayor del Obispado y cuatro años más tarde era designado Alcalde de primer voto (actualmente llamado consejal municipal). Ese mismo año muere, cuando contaba con 41 años. Sus hijas quedaron totalmente a cargo de las familias del Signo y Orduña, que vivian a una cuadra y media del templo de Santo Domingo.

La adolescencia y sus primeros ejercicios espirituales :

Las hermanas fueron creciendo en un ambiente religioso, donde era habitual por las tardes, el rezo del rosario, la lectura de la vida de los santos y la historia sagrada. La educación de Saturnina era en el propio hogar, en ese entonces la tarea educativa consistía en enseñar las tareas hogareñas, además de lectura, escritura, aritmética, costura, pintura y música.
En 1838, los padres jesuitas volvían a Córdoba, después de haber sido recibidos por Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires, en 1836. En 1767, habían sido expulsados del territorio americano, por orden del rey de España, Carlos III.
Dos años después, el padre Fermín Moreno comenzó a dictar ejercicios espirituales para señoras y señoritas, organizada por Eustaquia del Signo. Saturnina, que ya contaba con 17 años, los hizo por primera vez. Tal vez allí, comenzó a sentir el deseo de seguir la vida religiosa. En sus apuntes, dice: que desde niña sintió esa inclinación y que nunca se extinguió en ella ese deseo...
Sus primeros directores espirituales fueron los padres jesuitas y Saturnina colaboró con ellos en la organización de los ejercicios espirituales. Pero al no someterse al estilo político impuesto por el gobernador Rosas, los jesuitas fueron nuevamente expulsados. El nuevo director espiritual de Saturnina fue el padre Triburcio López, capellán del templo del Pilar.

Casamiento y desventuras



Manuel Derqui, primo de Saturnina, la pretendió en matrimonio, pero ella no aceptó porque había propuesto hacerse religiosa. Por ese entonces, en 1850 moría en Córdoba doña Josefa Machado, esposa del coronel Manuel Antonio Zavalía. Este frecuentaba a la familia Orduña, y decidió dar una madre a sus dos hijos huérfanos poniendo la mirada en Saturnina, la cual era una joven atractiva, modesta y sencilla en el vestir.
Zavalía le confió a su amigo, el capellán del Pilar y confesor de Saturnina, sus intenciones de contraer matrimonio con ella. El coronel habló de sus pretensiones a Saturnina, pero se encontró con una negativa. Ante esta situación decide ir a ver al actual confesor de Saturnina, el padre Triburcio López, y le manifestó su intención de tomar una decisión trágica si no conseguía el consentimiento de Saturnina. El confesor, presionó entonces a Saturnina, haciéndola responsable de la salvación del alma del coronel. Confundida, la joven se vio obligada a dar su consentimiento al confesor, pero fue tal la impotencia que cayó desvanecida a los pies del sacerdote.
El 13 de agosto de 1852, el padre López realiza la unión de la pareja, pero al volver del templo después de la ceremonio, Saturnina sintió un pesar tan grande que estuvo a punto de huir de su casa. Con el tiempo, asumió su matrimonio, tomándolo como una disposición de Dios, pero no dejó de manifestar cierta envidia por las que se consagraban a la vida religiosa.
Saturnina y el coronel, tuvieron una hija, que falleció al nacer y puso en peligro la vida de la madre. La relación con su esposo no fue fácil, porque Zavalía era de carácter violento y tenía arrebatos de cólera. En cambio, Saturnina era amable, de carácter pacífico y con su cariño conseguía calmarlo, pero también sufría, callaba y disimulaba frente a los demás. Se dedicó a la crianza de sus hijastros, que ambos la querían mucho.
Al terminar la presidencia de Urquiza, el coronel Zavalía y su familia se trasladan a Paraná, donde asistieron a la elección de Santiago Derqui, primo de Saturnina, para la primer magistratura de la Nación.
En Paraná fue huésped de la señora Vicenta del Castillo de Comas. En ese tiempo doña Vicenta estuvo muy grave al dar a luz a una niña que parecía muerta, pero Saturnina advirtió que vivía. Logró reanimarla y la salvó. Esa niña sería después religiosa Esclava, la Hermana Rosalía Comas del Castillo.
Durante la presidencia, Derqui escribió al superior general de los jesuitas, enviándole dinero para el retorno de los padres y dándoles seguridades de apoyo a su labor.
A su regreso a Córdoba, encontró al director espiritual el padre David Luque. Este joven sacerdote, ordenado en Buenos Aires, era admirador de los padres jesuitas, de cuyo noviciado tuvo que salir cuando los religiosos fueron expulsados por Rosas.
En 1865, ya en Córdoba, el coronel Zavalía se encontraba en una estancia de su anterior esposa en El Tío, allí se sintió enfermo e inmediatamente Saturnina viajó a verlo, pero cuando llegó, él ya había fallecido.

Retornan sus aspiraciones a la vida religiosa

A partir del fallecimiento de su marido Zavalía, la vida de Saturnina sufre un vuelco fundamental porque dispuso de más tiempo para dedicarse a Dios, a la oración y al apostolado. Retornan con fuerza sus deseos de ingresar a la vida religiosa y así se lo manifestó al padre Luque.
El sacerdote comienza a prepararla para una vida metódica, con horarios para la oración y la misa en el templo, mientras en su hogar debía consagrarse a lecturas, horas de oración, rezo del rosario y el vía crusis. El padre Luque le aconsejó que viera al padre del Val, que estaba en Buenos Aires, para que le consiguiera lugar en el Convento de las Catalinas. Ante la negativa del padre del Val, el padre Luque le propone ingresar en las Salesas de Montevideo, porque allí se admitía mujeres viudas. Pero esta vez, era Saturnina la que negó la propuesta debido a que estaba interesada en el proyecto de iniciar un nuevo instituto, lo cual era visto como una utopía por quienes lo escuchaban de labios de Saturnina.

El proyecto de iniciar un instituto

En septiembre de 1865 intenta iniciar el proyecto de construir una casa de ejercicios y formar una comunidad de señoras. A este proyecto se sumaron Genoveva de la Torre, Gavina Sanmillán y Ramona Martínez.
Cuando el padre Suárez, superior de los jesuitas, llegó a Córdoba, le recomendó a Saturnina, que consiguiera la autorización del obispo. Esta se presentó a monseñor José Vicente Arellano, acompañada de su hermana Estaurófila, y el obispo le dio la autorización para comenzar la obra y recolectar fondos para la fundación.
El padre Suárez manda a un Hermano, de profesión arquitecto, para diseñar los planos. A éste le pareció insuficiente el terreno, y hubo que pensar en adquirir otro. Debido a que la colecta de Saturnina, rindió poco para la compra de dos terrenos, se resolvió comprar una media cuadra de doña Teodora Rodriguez, donde pagaron 1800 pesos y firmaron un pagaré por 2000.
En 1867, el cólera termina con la vida de Gavina Sanmillán y de Carolina Prado de Casas, también falleció un señor que les había ofrecido una ayuda de 5.000 pesos, el esposo de Estaurófila y don Mariano González que, este último, había terminado con la construcción de la casa de ejercicios, que legó a su esposa doña Indalencia Paz y a su hijastro, el presbítero Juan Martín Yániz.
Posteriormente Padre Luque asume como asesor pero luego deja de participar, al igual que muchos que habían aportaron al proyecto, como Ramona Martínez, un cuñado de Carolina Prado, se desanimaron y reclamaron que devovieran lo recolectado. Saturnina debió afrontar nuevos sufrimientos, al enterarse que el padre Yániz había hecho comentarios desfavorables a su proyecto en presencia de otros sacerdotes. Saturnina fue a ver su confesor y "fui tan mal recibida que todas las palabras de humillación y desagrado, mostrando su indiferencia por mis asuntos y aun desprecio, fue transmisible a las personas que rodeaban el confesionario. Salí del confesionario tan abochornada que me parecía que todas las personas fijaban en mí sus miradas, y hasta mucho tiempo sentí igual impresión y hasta para ir al confesionario sentía resistencia".
En septiembre de 1872, el padre Luque acepta continuar con la obra y es nombrado director de la misma. El 29 del mismo mes, el padre Luque instala a la pequeña comunidad en una casa particular situada en la calle San Martín, hoy General Paz 175, pagando alquiler de por medio. Dos hermanos jesuitas fueron a disponer el oratorio, en el cual se colocó un cuadro del Sagrado Corazón, facilitado por el padre Bustamante, que se conserva en la sala de recreo de la Casa Madre (las Esclavas lo llaman "el Fundador").

La vida de Saturnina como Sacristana

El 7 de octubre, el padre Luque decide repartir los cargos a las fundadoras de la obra y fieles al proyecto de Saturnina. Se encontraban Saturnina (sacristana), Josefa Luque (portera), Estaurófila Moncada (rectora), Grisela Ramallo y María de San José Cáceres. En el reparto de los aposentos le correspondió el peor: era estrecho y húmedo, desmantelado y expuesto a los rigores del sol, del viento y de la lluvia pues carecía de galería. En los meses de calor y de lluvia tenía que dormir en el recibidor, trasladando diariamente su cama, y durante el día debía refugiarse en el aposento de alguna de sus compañeras, además de su estado de su salud que no le permitía sobrellevar los rigores del tiempo.
El padre Bustamante le asigna el nombre de Esclavas. No vestían hábito, pero contaban con el Santísimo Sacramento, reservado en el sagrario. Tenían misa todos los días, porque tanto el director como el padre Bustamante se preocupaban de que no le faltara.

De Sacristana a Rectora

Los ocho meses de contrato de alquiler estaban por vencer. Luque alquiló una amplia casa en barrio "Las Quintas", ubicado a 16 cuadras de la plaza principal. Recién en abril de 1873 se trasladan las Esclavas a su nueva residencia. El director padre Luque, redistribuye los cargos, designando como rectora a Saturnina. Impone un uniforme semejante al hábito que llevarían después, pero sin tocas. Sobre el pecho llevaban un escudo del Divino Corazón con la leyenda "Esclavas del Corazón de Jesús - Amor y desagravio". La gente del barrio estaba feliz, debido a que no contaban con escuelas y templos. Pronto tuvieron más de cien alumnas en la escuela. Los domingos se enseñaba el catecismo a los niños y los vecinos del barrio asistían a misa en el oratorio. La ignorancia religiosa iba desapareciendo. La amplitud de la casa le permitió recibir nuevas internas gratuitas, que eran pobres. Estas fueron Benita Pereira, Felisa Rueda y Petrona Torres. La primera de estas sintió vocación para las Esclavas, y profesó la religión.
Tiempo después, el padre Yániz les cedió la casa de ejercicios ampliada, con vivienda para las Hermanas y renta para su subsistencia. Monseñor Yániz, que fue el primer obispo de Santigo del Estero, fue siempre un gran amigo, protector y bienhechor de las Esclavas. El padre Luque logró autorización para que las nuevas religiosas vistieran el hábito, en ese entonces ya eran doce.
Las Esclavas en su nueva y actual casa hacen su profesión religiosa

Tanto el padre Luque como Bustamante querían proporcionarles una casa propia, construida de acuerdo a las necesidades de la naciente institución. En ese entonces, Don Augusto López, les dona una hectárea de terreno, en el barrio General Paz. Un mes más tarde comienzan las obras.
Los ejercicios espirtuales eran aceptados cada vez por más personas, teniendo que atender a 390 ejercitantes. En otro de los ejercicios llegaron a ser 430, por lo tanto, tenían que separar en turnos para llamarlos a comer. El comedor podía contener un máximo de 100 personas y aun no estaba instalada el agua corriente, había que sacarla a brazos de un pozo.
La fundadora compartía el trabajo de sus hijas. Se ponía un delantal blanco y barría los comedores, levantaba basuras, lavaba o secaba platos, servía la comida. Todo esto después de cumplir su tarea de cantos y de lecturas de Capilla. Quien había sido la distinguida esposa del coronel Zavalía y actuado en la alta sociedad cordobesa, desempeñaba ahora los humildes oficios de una sirvienta.
Mientras tanto la construcción de la nueva casa, continuó por nueve meses más. En marzo de 1875 se inició el traslado de las Hermanas a la nueva casa, la Casa Madre, en el Barrio General Paz, separado del centro de la ciudad por el Río Primero o Suquía. Previamente, el padre Luque quiso que las hermanas cambiasen de nombre. A partir de entonces, la fundadora fue Catalina de María.
En cinco carruajes se trasladaron las Hermanas. El director las esperaba en la puerta y las llevó a la capilla, donde rezaron el acto de consagración. Luego bendijo la casa y la consagró al servicio de Dios.
El 1º de abril se abrieron las clases para las alumnas externas gratuitas, y como fue la primera escuela que se abría en el Pueblo General Paz y por las simpatías que gozaban las Hermanas, en pocos días tenían dos salones completamente llenos. Luque dispuso además que a la rectora se le diese el título de Madre.
En julio se comenzó con la construcción del noviciado y de un salón más para las clases públicas. El aumento de vocaciones y de alumnas lo hacía necesario. También aumentaba el número de internas.
Luque y Bustamante consiguieron la aprobación de las Constituciones y Reglas, autorizándose en consecuencia que pudieran hacer sus votos simples. El director fijó el día de la Inmaculada de 1875 para que hicieran la profesión perpetua aquellas que hubiesen estado más de un año en la casa y se encontrasen preparadas. Fueron diez. Por la tarde, reunidas en la capilla, Luque entregó solemnemente las Constituciones y las Reglas a Madre Catalina. Declaró también que quedaba instalado el noviciado. Eran doce las novicias, y la comunidad estaba formada por veinticinco Hermanas.

El cura Brochero convoca a las Esclavas

El padre José Gabriel Brochero concibió la idea de construir en su parroquia una casa de ejercicios. En 1877, sin piso ni revoque, estrenó la casa con cuatro tandas de ejercicios de más de 700 personas cada una y una de cerca de 900.
Para que la obra perdurara, concibió la idea de entregarla a una comunidad religiosa que atendiera la Casa y que además regenteara un colegio para niñas. Así que se puso a contruir la casa para la comunidad y el colegio.
Amigo del padre Luque y Bustamante, solicitó una comunidad de Esclavas para su obra. Logrado el consentimiento escogió para el traslado de las religiosas las mulas y caballos más mansos. Como algunas de las 16 hermanas designadas por el padre Luque no sabían montar a caballo, llevaron algunos a la Casa Madre - que entonces tenía una gran quinta-, para que aprendieran. El padre Bustamante las preparó para la misión que tendrían en Traslasierra. Como el viaje duraría dos días y medio, les prepararon gorras soleras blancas para la cabeza y capitas blancas para los hombros. La comitiva partió en los últimos días de enero de 1880, acompañadas por el padre Luque y el padre Brochero. Llegaron a Villa del Tránsito (hoy Villa Cura Brochero) el 1º de febrero. El pueblo las recibió con arcos de triunfo.
Desde la fundación en Villa del Tránsito, Madre Catalina comenzó a tener el título de Madre Provincial.

Fundaciones de otras sedes de las Esclavas

La primera fundación fuera de la provincia de Córdoba fue la de Santiago del Estero, en la antigua Casa de Belén, cuyas religiosas quisieron incorporarse a las Esclavas y les donaron la casa. Luego vendrían las de Rivadavia (Mendoza), a solicitud del padre Pedro Olguín. Y de allí a San Juan, donde fundaron el colegio de La Inmaculada, a solicitud del padre Manuel José Castro. Madre Catalina. Madre Catalina resolvió aceptar la que le pedía el gobernador José Galvez, en la ciudad de Santa Fe. En el mismo año se producía la fundación en Tucumán.
En 1888 el padre Luque tenía muy quebrantada su salud. Durante mucho tiempo Madre Catalina prodigó cuidados especiales al enfermo, que finalmente murió el 11 de agosto de 1892. Sus restos fueron inhumados en la capilla de la Casa Madre. Sobre la tumba se colocó una lápida en la que el mismo padre Luque había mandado a grabar las palabras "Esclavas del Corazón de Jesús, obedeced hasta la muerte". El obispo de Córdoba, monseñor Reginaldo Toro, nombró director al P. Juan Cherta, superior de los jesuitas en Córdoba. Fue el consejero de la Madre en los asuntos del Instituto y director espiritual de las Hermanas.
Con motivo de las bodas de oro episcopales de León XIII se organizó una peregrinación de la que participaron numerosas figuras de las iglesia argentina. Madre Catalina viajó a inicios de 1893, acompañada de dos Hermanas. A su regreso, recibió un mensaje de monseñor Aneiros, arzobispo de Buenos Aires, invitándola a inciar una fundación en Buenos Aires. El arzobispo la recibió y le dio mil pesos para ayudar a la fundación. Lo peor fue el trato de las damas y señores porteños que no aceptaban que una congregación provinciana enseñara a las porteñas, como le dijo una dama de alta alcurnia a Madre Catalina: "Pueden Uds. marcharse a las provincias". Pero hubo otras personas que las ayudaron, entre ellas el padre Luis de la Torre y Zúñiga y el Dr. Apolinario Casabal.
La primera mesa que tuvieron las Esclavas en Buenos Aires fue un cajón de kerosene. Después, contaron con una mesa que servía para comer, para planchar y hasta para el colegio. Pronto el colegio fue progresando hasta quedar bien cimentado en la Capital.
Poco después se fundaba en San Luis, la casa número doce, en 1895. Ya las esclavas eran 194, distribuidas en Córdoba, El Tránsito (Villa Cura Brochero), Santiago del Estero, Rivadavia, San Juan, Salta, Santa Fe, Tucumán, Mendoza, La Rioja, Buenos Aires y San Luis.

Fallece Madre Catalina

Cuando murió la Hermana Gertrudis Niz, Madre Catalina exclamaba con gracia: "Ahora es preciso que nos preparemos las viejas; Nuestro Señor ha empezado a desgranar la mazorca de las viejas, y ha de continuar..."
En la Semana Santa de 1896, la salud de Madre Catalina se resintió seriamente. Despues de los oficios del Jueves Santo, se presentó el Padre Cherta, superior de los jesuitas, y escuchó su confesión. La lucidez de su espíritu y la serenidad de su alma en aquellos momentos fue admirable. Se preocupó de que a los médicos les mostraran su agradecimiento, obsequiándolos con escudos del Sagrado Corazón, después de haberles hecho servir café. Al padre Cherta que la había venido a visitar a pesar de la lluvia torrencial, hizo que le prepararan el coche para volver, y al darse cuenta de la lluvia, se acordó del jardinero y preguntó si le habían hecho arreglar la casa para que con aquellos temporales no sufriera. Al amanecer el día de Pascua, ordenó que se preparara chocolate para las Hermanas y que se les diera el recreo que exigía aquella solemnidad.

El 5 de abril de 1896, a las 20 hrs, fallece suavemente, rodeada por sus hijas.

Hubo un verdadero desfile de sacerdotes y de personalidades que quisieron rendirle un último homenaje. La prensa de Córdoba y de Buenos Aires se hizo eco del pesar que causó su fallecimiento. Pronto comenzaron a llegar testimonios de las gracias y favores de Madre Catalina conseguía para quienes la invocaban: conversiones, curaciones y otros favores.
La congregación de las Hermanas Esclavas ha seguido creciendo y hoy se extiende también a Chile, España y África. El 1º de septiembre de 1941 se inició en Córdoba, la causa de beatificación y canonización de Madre Catalina.